“Instruye al niño en su camino” (Proverbios 22:6, RVR1960).
Una saeta sin dirección puede perderse y no llegar al blanco. Como padres, somos llamados a instruir, guiar con amor, corregir y, sobre todo, ser ejemplo. La dirección no es control, es sabiduría en acción.
Una de las maneras en que hemos instruido a nuestros hijos es animándolos a usar sus dones y talentos. Día tras día, oro para que puedan ser de bendición dondequiera que vayan.
Mi hijo Matthew tiene el don de exhortar. Lo he visto animar a personas quebrantadas con una madurez que me sorprende. Ha orado por nuestra familia desde muy pequeño. Ahora que está entrando en la adolescencia, hemos visto aún más autoridad en sus oraciones. Recientemente, cuando su papá estaba por ser operado, oró con tanta compasión y fe que trajo paz a todos. Dios ha puesto en él un espíritu de compasión y amor, el cual lo mueve a orar con ternura y fe. Eso es dirección divina.
Querida mamá, tú puedes animar a tus hijos a orar por alguna necesidad específica al hacerlos partícipes de una necesidad en tu hogar. Los estás ayudando a crecer en fe, a depositar su confianza en presentar una petición ante Dios.
Oremos:
Padre, dirígeme para poder guiar a mis hijos. Que mis palabras y acciones apunten a Cristo, y que mis hijos también sigan en ese camino. Que tu amor dirija sus pasos, que caminen en tu propósito y plan perfecto. También te pedimos por aquellos niños que aún necesitan la guía y la figura materna en sus vidas. Ayúdame a ser una madre espiritual que los conduzca a ti, Señor, para que puedan conocer tu propósito y cuánto los amas.
En el nombre de Jesús, amén.
Bendiciones y amor,
María Lizardo Gómez
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